Soy mucho más europeísta que cualquier otra cosa. Creo mucho más en Europa que en España o que en unas hipotéticas, y tan nombradas en ocasiones, Naciones Unidas. Veo muchas más posibilidades en lo que promete a día de hoy la Unión Europea que lo puedan prometer las Naciones Unidas. Sin embargo...
Sin embargo, no puedo pecar de iluso. Europa, la Unión Europea, es ahora más un sueño, una posibilidad, una quimera... Es poco más que una realidad tangible.
Mi primera objeción a VOX no es su posición ante la violencia de género o ante la homosexualidad, que también. Eso son argumentos que ese partido emplea para agarrar votos, titulares y eco en los medios. Mi primera objeción es lo abiertamente antieuropeos que son (como Podemos, ya que estamos). Y lo que más me sorprende es como a la gran mayoría de las personas a las que les digo esto les resulta indiferente. Da igual el nivel de formación de esas personas, da igual su nivel cultural o el tipo de trabajo que tengan. Para todos Europa es algo lejano y sin importancia y que un partido pueda dedicarse a criticar alguna de las más importantes medidas de la Unión Europea les da, sinceramente, lo mismo.
Yo no puedo comprenderlo.
No es sólo que, por más que creamos que no es así, la Unión Europea influye mucho más de lo que creemos en la política interna española. No somos conscientes de todas las leyes que son fruto de la transposición de una normativa europea, de todas las sentencias europeas que influyen en nuestra legislación o en nuestra jurisprudencia, de todas las decisiones que se toman en Europa que intervienen en nuestro día a día más cotidiano. Comenzando, por ejemplo, por el IVA que pagamos en todas las transacciones y que es un impuesto que obliga a implementar la UE.
Es que la pertenencia de España a la Unión Europea es la que ha hecho que este país crezca (en todos los sentidos y no sólo el económico) mucho más de lo que lo hubiéramos hecho en solitario. Es más, tengo dudas sobre cómo y hacia dónde hubiera caminado este país sin la constante presencia de Europa y sus instituciones a nuestro lado. Pertenecer a la UE ha hecho de España mucho más que un país, nos ha abierto las puertas a un mundo y al mundo en general. Nos ha situado dentro del conglomerado político más asombroso del mundo actual. Del ejercicio más honesto por buscar la paz entre los países, la cooperación entre los mismos e, incluso aunque a veces pueda parecer que no, por extender la solidaridad entre las naciones.
Esto no quiere decir que no vea todos los errores que la UE arrastra a lo largo de los años. Yo no digo que formar parte de la UE sea la panacea ni que todo lo que nos viene de Europa sea una bendición de dios. Soy tonto, pero no del todo.
Tengo claro que la UE debe ser transformada y erradicar muchos de sus errores. Debe, por ejemplo, cercenar y minimizar de forma muy significativa su gigantesca administración y el aparato que conlleva. La UE está llena de funcionarios hasta límites insospechados que sólo significan un peso para los bolsillos de los europeos que, vía impuestos, pagamos sus sueldos.
Pero, en realidad, la mayoría de los problemas que yo contemplo cuando me paro a mirar a la UE son fruto no de su administración sino de los estados que la conforman.
La UE tiene un error de concepción que debe subsanarse: los estados miembros deben diluirse en ella en lugar de mantener sus poderes, sus decisiones y su autonomía. No hay nada más triste que unas elecciones al Parlamento Europeo cuando todos los que votamos sabemos que nuestro voto prácticamente no va a servir para nada pues las decisiones de verdad se tomarán el maldito Consejo de Europa donde están los jefes de gobierno de los países miembros que no piensan en Europa y en los europeos sino cada uno de ellos en su terruño y en como sacar más beneficio particular a costa de los demás países miembros.
Se va a elegir ahora a una nueva presidente de la Comisión. Los perfiles la definen como europeísta convencida. Bienvenida. Pero ¿quién coño la ha votado para estar al frente de esa Comisión? Porque los europeos no hemos sido. Está allí fruto de las componendas entre los distintos partidos y países para mantener cada cual sus cuotas de poder y representación sin que importe, de verdad, la opinión de los europeos. Al margen de que el poder de la Comisión, que debería ser el poder de un gobierno común para todos los europeos, es un poder ridículo, condicionado a que los gobernantes individuales de cada uno de los países miembros le permitan o no sacar adelante sus iniciativas.
Creo en la UE. No en esta UE. Pero sí en lo que la UE puede convertirse. Tardará. Lo sé. Creí que el Brexit sería una oportunidad para caminar hacia más Europa en lugar de hacia menos pero no estamos a la altura.
Aún así, tengo esperanzas. No queda otra.