viernes, 29 de noviembre de 2019

Esa emergencia climática

Aunque opino que hay mucho folclore con el asunto del cambio climático (Greta, estoy pensando en ti por ejemplo) no niego en absoluto ni su existencia ni su gravedad ni la obligación que tenemos todos de implicarnos para contribuir evitarlo o, al menos, a minimizar sus consecuencias más dramáticas.
Pero una vez explicado que no me opongo a implementar medidas para combatirlo, vamos a entrar en el folclore.


Porque es folclore, teatro, milonga, moda, fachada y oportunismo mucho de lo que se hace o se dice a cuenta del cambio climático. A todos se nos llena la boca hablando de él y de combatirlo mientras cambiamos de móvil una vez al año con lo que significa de derroche por no hablar de la contaminación de las baterías y de los recursos naturales explotados para construirlo y que ahora van al cubo de la basura; o abarrotamos nuestra casa de decenas de aparatos «inteligentes» (lámparas, altavoces, televisores...) que para desarrollar su «inteligencia» han de estar constantemente conectados y, por tanto, consumiendo electricidad; o pedimos cada vez más comida a domicilio en lugar de cocinarla en casa con todos los residuos que ella genera; o compramos el queso ya cortado en un práctico blister con plástico por todas las partes en lugar de comprar una cuña y cortarla nosotros mismos...; y así, día a día en cientos de ejemplos. 


Hablamos de combatir el cambio climático pero, a la hora de la verdad, no nos lo creemos y no hacemos nada o casi nada para tratar de minimizar sus efectos. Exactamente lo mismo que nuestros políticos. Porque, y ésta es la mayor verdad que me van a leer en toda mi vida, los políticos que tenemos no son ni buenos ni malos. Son el reflejo de lo que somos nosotros. Y si tenemos a Sánchez, a Rufián, a Lastra, a Casado, a Abascal o a Rivera (bueno, teníamos) no es porque los políticos de ahora sean mediocres tirando a malos, es porque así somos ahora como sociedad. Poco exigentes, muy aparentes y poco coherentes. Por tanto, si nosotros sólo fingimos combatir el cambio climático, ellos hacen lo mismo. 

jueves, 28 de noviembre de 2019

A cuenta del decreto sobre la República Digital



Imagino que para muchos fue un alivio comprobar como, a la primera de cambio, el PP y el PSOE votaban juntos en el asunto de la denominada República Digital Catalana. Confiarán en que, ante el futuro gobierno con Podemos del PSOE siempre se podrá esperar a que, en los asuntos verdaderamente importantes, los dos partidos mayoritarios se alíen temporalmente y los saquen adelante. Es difícil pensar que Podemos vaya a romper un gobierno al que les ha costado tanto llegar en cuanto se hayan acomodado un poco en los sillones.

Y, sin embargo, estoy aterrado. 


En primer lugar temo que el presidente Sánchez tiene la intención de hacer lo mismo que ya hizo el presidente Zapatero: ir cambiando de apoyos como un veleta según el asunto que sea. Esto, lejos de ser sensato como seguramente lo parece, evidencia una vez más la total y absoluta falta de criterio de este PSOE: cualquier cosa les vale y apoyándose en cualquiera. Lo que quiere decir es que nos vamos a ver ante una legislatura en la que el PSOE no va a tener rubor a la hora de repartirse los sillones judiciales con el PP mientras pacta con Podemos y ERC y toda la chusma aledaña (donde digo chusma léase sobre todo esa nombrada ERC, los puchis, el renacido independentismo del PNV y sobre todo los filoetarras de Bildu que tanto le gustan a la presidenta socialista navarra) cualquier otra locura con la que contentar a estos partidos y que, a la larga, perjudicará un poco más a todos los españoles y a la propia idea de España.

Pero esto lo tengo asumido. No me puede decepcionar el PSOE de Sánchez pues no esperaba absolutamente nada de él. En mis sueños húmedos pienso en un PSOE gobernado por Nicolás Redondo pero hace tiempo que ese partido abandonó la creencia en el sentido de estado a cambio de conseguir poder y sillones para cuantos más de ellos mejor.
Lo que más me ha asustado de la votación conjunta PP-PSOE para sacar ese decreto ha sido ese mismo decreto. El PP tampoco está ya en situación de decepcionarme después de tantas decepciones pero, teniendo en cuenta que es un partido a cuyos miembros de vez en cuando (raramente, es cierto) se les escapa la palabra liberal aterra ver con que facilidad se apuntan a pisotear los derechos.
Ese decreto se salta el paso del juez a la hora de cerrar webs o de combatir instrumentos perniciosos como la app de Tsunamic Democratic (Democracia, cuantas barbaridades se hacen y dicen en tu nombre, dicho sea de paso a cuenta de este nombre). Y eso es terriblemente grave. 
Los jueces son humanos y hierran. Y, además, son humanos e influenciables. Estoy seguro que hay jueces que retuercen la ley en la medida de sus posibilidades para sacar adelante sentencias más acordes a su ideología. Y a pesar de ello, a pesar de todos los males que se le puedan atribuir a la judicatura exijo que ante la tesitura de cercenar o no la libertad de expresión no haya ningún político (por íntegro y honesto que sea) a kilómetros de distancia. Y exijo que sea el juez al que el asunto le toque en la rotación el que estudie el caso y tome su decisión. Porque, cuestionable o no, la del juez estará razonada y tendrá en cuenta la legislación mucho más y mucho mejor que cualquier decisión arbitraria adoptada por alguien cuyo mayor mérito ha sido saber medrar en la estructura de un partido político hasta posicionarse en un buen puesto en la lista electoral o hasta lograr que se le «adjudicara» un puesto de libre designación. Y que tomará su decisión pensando en el rédito electoral de la misma y no en la legalidad de ella.
Por esto estoy aterrado.

miércoles, 27 de noviembre de 2019

Un sueño de Europa


Soy mucho más europeísta que cualquier otra cosa. Creo mucho más en Europa que en España o que en unas hipotéticas, y tan nombradas en ocasiones, Naciones Unidas. Veo muchas más posibilidades en lo que promete a día de hoy la Unión Europea que lo puedan prometer las Naciones Unidas. Sin embargo...
Sin embargo, no puedo pecar de iluso. Europa, la Unión Europea, es ahora más un sueño, una posibilidad, una quimera... Es poco más que una realidad tangible.

Mi primera objeción a VOX no es su posición ante la violencia de género o ante la homosexualidad, que también. Eso son argumentos que ese partido emplea para agarrar votos, titulares y eco en los medios. Mi primera objeción es lo abiertamente antieuropeos que son (como Podemos, ya que estamos). Y lo que más me sorprende es como a la gran mayoría de las personas a las que les digo esto les resulta indiferente. Da igual el nivel de formación de esas personas, da igual su nivel cultural o el tipo de trabajo que tengan. Para todos Europa es algo lejano y sin importancia y que un partido pueda dedicarse a criticar alguna de las más importantes medidas de la Unión Europea les da, sinceramente, lo mismo.
Yo no puedo comprenderlo.

No es sólo que, por más que creamos que no es así, la Unión Europea influye mucho más de lo que creemos en la política interna española. No somos conscientes de todas las leyes que son fruto de la transposición de una normativa europea, de todas las sentencias europeas que influyen en nuestra legislación o en nuestra jurisprudencia, de todas las decisiones que se toman en Europa que intervienen en nuestro día a día más cotidiano. Comenzando, por ejemplo, por el IVA que pagamos en todas las transacciones y que es un impuesto que obliga a implementar la UE.
Es que la pertenencia de España a la Unión Europea es la que ha hecho que este país crezca (en todos los sentidos y no sólo el económico) mucho más de lo que lo hubiéramos hecho en solitario. Es más, tengo dudas sobre cómo y hacia dónde hubiera caminado este país sin la constante presencia de Europa y sus instituciones a nuestro lado. Pertenecer a la UE ha hecho de España mucho más que un país, nos ha abierto las puertas a un mundo y al mundo en general. Nos ha situado dentro del conglomerado político más asombroso del mundo actual. Del ejercicio más honesto por buscar la paz entre los países, la cooperación entre los mismos e, incluso aunque a veces pueda parecer que no, por extender la solidaridad entre las naciones.

Esto no quiere decir que no vea todos los errores que la UE arrastra a lo largo de los años. Yo no digo que formar parte de la UE sea la panacea ni que todo lo que nos viene de Europa sea una bendición de dios. Soy tonto, pero no del todo.
Tengo claro que la UE debe ser transformada y erradicar muchos de sus errores. Debe, por ejemplo, cercenar y minimizar de forma muy significativa su gigantesca administración y el aparato que conlleva. La UE está llena de funcionarios hasta límites insospechados que sólo significan un peso para los bolsillos de los europeos que, vía impuestos, pagamos sus sueldos.
Pero, en realidad, la mayoría de los problemas que yo contemplo cuando me paro a mirar a la UE son fruto no de su administración sino de los estados que la conforman.

La UE tiene un error de concepción que debe subsanarse: los estados miembros deben diluirse en ella en lugar de mantener sus poderes, sus decisiones y su autonomía. No hay nada más triste que unas elecciones al Parlamento Europeo cuando todos los que votamos sabemos que nuestro voto prácticamente no va a servir para nada pues las decisiones de verdad se tomarán el maldito Consejo de Europa donde están los jefes de gobierno de los países miembros que no piensan en Europa y en los europeos sino cada uno de ellos en su terruño y en como sacar más beneficio particular a costa de los demás países miembros.
Se va a elegir ahora a una nueva presidente de la Comisión. Los perfiles la definen como europeísta convencida. Bienvenida. Pero ¿quién coño la ha votado para estar al frente de esa Comisión? Porque los europeos no hemos sido. Está allí fruto de las componendas entre los distintos partidos y países para mantener cada cual sus cuotas de poder y representación sin que importe, de verdad, la opinión de los europeos. Al margen de que el poder de la Comisión, que debería ser el poder de un gobierno común para todos los europeos, es un poder ridículo, condicionado a que los gobernantes individuales de cada uno de los países miembros le permitan o no sacar adelante sus iniciativas.

Creo en la UE. No en esta UE. Pero sí en lo que la UE puede convertirse. Tardará. Lo sé. Creí que el Brexit sería una oportunidad para caminar hacia más Europa en lugar de hacia menos pero no estamos a la altura.
Aún así, tengo esperanzas. No queda otra.

lunes, 25 de noviembre de 2019

Desazón

Muchas cosas me desazonan de esta España nuestra.

Los nacionalismos exacerbados, racistas y egoístas son, sin lugar a dudas, lo peor que este país está padeciendo.
Para alguien como yo que se siente más europeo que español y más español que de su terruño, sea éste el que sea, la inusitada pasión de los españoles por enfrentarnos unos a otros y por destacar constantemente los que nos separa a unos de otros en lugar de los que nos une me resulta dolorosa e incomprensible. No logro sentirme diferente a otro por el hecho de yo vivir en Logroño y que ese otro sea andaluz o gallego o aragonés. No logro comprender el deseo de un vasco o catalán por enfatizar cuan diferente es al resto de habitantes de la península por hablar un idioma diferente (y no tanto en el caso catalán para más inri, y no todos, ni la mayoría en el caso vasco).
Encuentro absolutamente estúpido escuchar a un alcalde de un partido que lleva la E de Español en su nombre desear la desmembración de una comunidad autónoma apelando a que en el Siglo XII parte de ese territorio era un reino independiente. No puedo comprender como, en éste último caso por ejemplo, no ha sido objeto de una burla sideral la alucinada propuesta.  Este tipo de propuestas quizá nos las compartiría pero las comprendería si obedecieran a otro tipo de argumentos. Si el alcalde de León pudiera explicar y argumentar (sin recurrir a argumentos emocionales tipo "España nos roba" o, en este caso "Valladolid nos estafa") las ventajas y los inconvenientes de una comunidad más reducida le escucharía. Si me argumentara con datos y cifras, que esa nueva región sería mejor gestionada y que esa gestión repercutiría en sus habitantes, le escucharía. Pero apelar al maldito siglo XII es un ridículo soberano. Vayamos más atrás. Siempre se puede ir más atrás. Todos musulmanes. Todos romanos. Todos africanos, en definitiva. Pues ahí germinó la raza humana.

También encuentro desesperante la orfandad que padece España de una izquierda sincera y coherente con lo que debería ser su mensaje, que se centrara en los problemas sociales "para todos los ciudadanos" en lugar de segmentarlos (mujeres, homosexuales, extranjeros...) como si todos no fuéramos personas y no nos afectaran a todos los mismos problemas generales.
Me gustaría contar con una izquierda que no abrazara los nacionalismos a la primera de cambio. Que fuera europeísta no sólo de boquilla.
Que no me trasladara que la palabra izquierda no tiene más vocación para ellos que ser usada como un arma arrojadiza para abrir una brecha entre los españoles (o ellos o nosotros, nuevamente) para así poder auparse y ejecutar lo que me transmite como su única ambición: aferrarse al poder como puede. A estos días me remito, por ejemplo. La sentencia de los ERE, que parece ya cosa del pasado, y la defensa que muchos que se dicen (sin serlo) de izquierdas de los condenados es clara. No robaron (que se haya demostrado al menos) para su bolsillo. Pero sí robaron para su beneficio pues su beneficio buscaban al gestionar nuestro dinero de forma ilegal a fin de lograr comprar las voluntades precisas para aferrarse al poder un día más. Sólo eso. Su beneficio para aferrarse al poder, para vivir a costa de tu dinero y el mío. Ya de Pedro Sánchez mejor no hablo hoy. Lo dejamos para otro día.
Y también me gustaría contar con una izquierda que tenga algún argumento más allá de demonizar a la derecha sólo por ser eso, la derecha buscando, otra vez, el agotador "o ellos o nosotros". Aún recuerdo al "moderado" Patxi López y al desprecio con el que trató al PP Vasco que le mantuvo en el poder sin entrar en gobierno y sin sacar nada a cambio más allá de lograr que, por una vez, los nacionalistas no gobernaran en el País Vasco.
La gran mayoría de las personas que conozco han votado tanto a partidos de izquierda como a partidos de derecha. Dependiendo de la época, de su humor, del candidato... de muchos factores. ¿Cómo puede ser que la estrategia electoral pues sea dividir? ¿Nos hacemos la mitosis y nos separamos en nuestro alter ego bueno y el hermano oscuro?

En fin, otro día más.

Esa emergencia climática

Aunque opino que hay mucho folclore con el asunto del cambio climático (Greta, estoy pensando en ti por ejemplo) no niego en absoluto n...